3/11/12

En mi memoria: García Calvo.



Agustín García Calvo fue uno de mis maestros en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense. Esperábamos en la puerta del Aula Magna como si fuéramos a participar en un acto sagrado de enorme enriquecimiento espiritual. Y así era. Cada clase magistral ensanchaba  nuestro espíritu crítico [en el sentido filosófico del término] en unos cuantos centímetros. De tal modo era, que escuchar distintas oratorias del Maestro ya fueran sobre los clásicos, las locuciones latinas, la permanencia del Ser... Todas ellas eran garantía de volver a poner el pie en el pasillo con el espíritu aumentado y satisfecho.
En varias ocasiones, tuve oportunidad de tomar un café con él en el bar de Filosofía. El Maestro se transformaba en un alumno más, sentado en la mesa donde también jugábamos al poker. Apartábamos la baraja y se sentaba con nosotros. Eso era poner un pie en el pedestal y otro en la acera de la realidad de la que tanto huía. 
Después de mucho tiempo tuve la gratísima sorpresa de encontrármelo con la palabra tomada en una asamblea del 15M. Tuve la certeza de que me orientó bien entonces y que supe seguir sola el camino marcado, sin perderme, hasta reencontrarme de nuevo con él. ¡El corazón se me hizo sol!

Fue impacto y huella en mi ser la capacidad oratoria y provocadora de su discurso destructivo y desesperado con el que desenmascaraba la mentira de nuestro tiempo. Siempre dijo NO al poder, al estado, al capital, al individuo, a la pareja, a la familia, al progreso. Su pensamiento fue el del descreimiento para hacernos descubrir que la realidad es una mentira. 

Me transmitió el arte de desaprender. Eternamente agradecida, Maestro. 

Sit tibi terra levis.



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