23/11/11

· A todas luces ·



Por favor bombilla de castillo flaco

¿Cómo dice? ¿de castillo, flaco?

Flaco favor...

¡Ustés de allende!

¿Allende?

Allende los mares

Si, de Casquería Fina

Se ha equivocado destablecimento, esto es una férrea tería

¿Entonces?

Bombilla de castillo fino

¿De finas almenas?

Sí, de almenas dentadas

almendradas

Se ha equivocado destablecimiento, esto es una clínica zen y tal

¿Entonces?

Bombilla de casquillo fino

¿de 40, 60 ó 100 vatios?

de 60

¡A todas luces!

¿De los 60 del siglo de las luces?

No, de bohemia,

luces de bohemia,

como el cristal.




16/11/11

· Ryuichi Sakamoto ·

R-5, Erre cinco en Pekín.

6 personas 6

3 delante 3 detrás.

Monzón de agosto en oriente.

El limpiaparabrisas, en su vlin-vlan de viejo y a todo meter no podía con los cuajos de lluvia.

Para la merienda, galletas de chocolate especial.

Risas, risas sonoras con eco en una guantera vacía de papeles y destornilladores.

Pekín, manillares horizontales y libélulas en Zig! Zag!

Y una banda sonora original

B S O

Sakamoto, Or i en tal.


Hoy, se lo he susurrado entre bambalinas.


Feliz.



7/11/11

· p a l a b r a ·



Más que tomar la palabra, habría preferido verme envuelto por ella y transportado más allá de todo posible indicio. Me habría gustado darme cuenta de que en el momento de ponerme a hablar ya me precedía una voz sin nombre desde hacía ya mucho tiempo: me habría bastado entonces encadenar, proseguir la frase, introducirme sin ser advertido en sus intersticios, como si ella me hubiera hecho señas quedándose, un momento, interrumpida. No habría habido por tanto inicio; y en lugar de ser aquel de quien procede el discurso, yo sería más bien una pequeña laguna en el azar de su desarrollo, el punto de su posible desaparición.



De lenguaje y literatura
Michel Foucault




1/11/11

· Rito animal ·


Me fascina observar las hormigas. Entro en un trance natural que me traslada al no ser de la naturaleza. Me sosiega, me reconcilia con mi estado natural.
Una vez, me sorprendió ver cómo las hormigas transportaban los cadáveres de sus compañeras de regreso a su campamento. Supuse que lo hacían para celebrar un duelo con su tribu hormiga. Luego aprendí que era esa la finalidad en mi apasionada lectura de Konrad Lorenz. Por él, descubrí que en las parejas de diferentes especies de animales, los individuos se apartaban del grupo después de vivir la muerte de su compañero. En todas las especies, los individuos han mostrado cambios de conducta asociados a la muerte de algún animal al que estaban vinculados. ¿Es ésto, de alguna forma, conciencia de muerte?
El caso de los elefantes es el que más me impactó por su semejanza con el duelo humano. Los elefantes, en su camino de retorno al campamento primigenio que abandonan temporalmente en busca de alimentos, agua y mejor clima, en su vuelta al origen, tropiezan con los restos de algún compañero fallecido en su trayecto de ida. Ese encuentro les provoca una reacción de agitación, desorientación, tensión y emisión gutural de un sonido semejante a un lamento.
Este reencontrarse con los restos de un ser de nuestra tribu tiene una larga historia antropológica y evolutiva en la que las influencias culturales y religiosas han ido sedimentándose en el rito ancestral y funerario. Mis seres queridos están enterrados en lo alto de una rambla almeriense sobre el mar. La gente de aquel lugar rinde homenaje sencillo a sus muertos con flores, velas y cánticos. Mi participación en sus celebraciones siempre me ha producido sosiego y reconciliación con mi estado natural.
He observado a un hombre susurrar a los caballos y conseguir con una sola y larga cinta amarilla que se movieran en la dirección indicada; sin emitir un grito, sin dar una orden, sin imponer el hierro de una brida en la boca. El gesto de un brazo en armonía con el movimiento oculto de la naturaleza me ha producido sosiego y reconciliación con mi estado natural.