19/5/13

· Alexandra David-Néel ·



Para Clara Janés y Lilian Elphick



Louise Eugénie Alexandrina Marie David fueron nombres abandonados para reconocerse muy joven en Alexandra.  Nació en París el 24 de octubre de 1868. Su padre fue un periodista francés protestante y anarquista. Su madre era belga de origen escandinavo y ferviente católica que deseó tener un hijo varón para que fuese obispo. Padres decepcionados por el advenimiento de este ser femenino, jamás le demostraron el más mínimo signo de afecto.
Los deseos de libertad, de viaje y de aventura se manifiestan desde muy temprana edad. A los 2 años realiza su primera fuga, a los 5 años la siguiente. A los 6 años, ella y su familia se trasladan a Bruselas. Durante su juventud son innumerables sus escapadas con triste retorno.
Tras una larga estancia en Londres, con 20 años, comienza a estudiar filosofía oriental y se instala en París para colaborar con la Sociedad de Teosofía. En 1899 publica un tratado anarquista en el que denuncia los abusos del estado, el ejército y la iglesia. Es censurada. Al tiempo, se inicia en la carrera de cantante de ópera y colabora con el Museo Guimert en donde se consolida su vocación orientalista: es una de las primeras mujeres budistas de Francia. 
En 1900 conoce en Túnez a Philippe Néel, distinguido y seductor ingeniero ferroviario con quien se casa a los 36 años. Pero Alexandra no soporta la atadura a pesar de sus viajes juntos por el norte de África y el desierto. En 1911 rompe las cadenas y se marcha a la India, país que había conocido en dos ocasiones veinte años antes, con una subvención ministerial para estudios en Asia por 18 meses. Su marido volvería a verla otra vez 14 años más tarde.
En 1912 se marcha a Nepal. El marajá nepalí pone a su disposición una caravana de elefantes, una silla porteadora y a un monje de 14 años que será, tiempo después, su hijo adoptivo. Durante dos años, ejerce en la frontera del Tíbet la práctica de los yoguis en una cueva suspendida a 4.000 m. de altura. Alexandra es expulsada de Sikkim en 1916 por traspasar la frontera del Tíbet en dos ocasiones sin autorización. Se refugia en Japón bajo el amparo de un monje que le devuelve la esperanza de regresar al Tíbet ya que él consiguió sobrevivir 18 meses en Lhasa disfrazado de monje chino. 
Alexandra se hace amiga de Yongden que la acompaña en su viaje de retorno a China. Una vez allí, pasa unos meses en algunos templos lamas. Alexandra habla ya su mismo idioma. Pero su esencial desapego, la impulsa a cruzar con Yongden, de este a oeste, una China devastada por las guerras civiles y la peste. Cruzan el Gobi, Mongolia, y se detienen en un monasterio al noreste del Tíbet. 
En 1921, Alexandra decide reiniciar su viaje, fielmente acompañada por Yongden, hasta Lhasa, el territorio de las divinidades. Disfrazada de mendiga, emprende la ruta. Camina miles de kilómetros durante meses de peregrinación, nevada y fría. En 1924, extenuada por la descomunal aventura, consigue entrar en Lhasa a la edad de 56 años. Su proeza es destacada en varios periódicos europeos. En 1928, adquiere Samten Dzong, una propiedad en Digne-les Bains (Francia) adonde retorna con Yongden, su hijo elegido. Su modesta fortaleza, Samten Dzong, se agranda y enriquece con todos los vestigios de su odisea y con los más de 500 manuscritos tibetanos a los que va a dedicar su tiempo a partir de entonces en los Himalayas liliputienses de la Provenza francesa. Pero no aguanta ni una década. 
En 1937, a los 69 años, retorna a China con su hijo elegido. Durante su estancia, le sorprende la guerra con Japón, la guerra civil y la Segunda Guerra Mundial. Sobrevive bloqueada en la frontera del Tíbet donde persevera, bajo los bombardeos, en el estudio de la cultura tibetana y en la escritura de parte de su obra.

En 1941 le llega la noticia de la muerte de Philippe Néel con quien nunca dejó de corresponderse. En 1946, el fin de las hostilidades le permite regresar a Europa. 
Unos años más tarde, la muerte inesperada y brutal de Yongden desmorona la existencia de Alexandra que huye en una zozobra de hotel en hotel durante 4 años.

Madeleine Peyronet recala en su vida entonces, en una visita de cortesía que iba a durar un par de horas y que se prolonga a diez años de convivencia. Alexandra fallece en los brazos de Madeleine en septiembre de 1993. Ella esparció las cenizas de Yongden y de Alexandra David -Néel sobre el Ganges, en la ciudad de Benarés.


Las suelas de sus zapatos eran de viento.
Apenas pisaron la tierra.
Detonó para quedarse en la suspensión del aire como una levitación.
Por un azar o por arte de magia,
reaparece como un suspiro en mi respiración.
¡Gotcha!
Con todo mi reconocimiento.





15/5/13

· Nasta versus Charlie: fin del cuento ·


Son muchos los que se quedan cercados por las alambradas del barrio. Las cercan otros. Los de aquí tienen ojos para verlas y despreciarlas tanto que han decidido no traspasarlas. Son tan grandes sus ojos y su mirada es de tanto alcance que han sabido transformar este aislamiento en un encierro a presión sellado al vacío con riesgo de retumbar.
La voz de Nasta marca la baraja. Aunque en mi devocionario, la esquina doblada en marca de triángulo  sea la página de Charlie.

Ellos incorporan a los que siguen, los siguientes, los pirris. Los sucesivos son el bro de Nasta [Dani] mis hijos [Raf y Alita] y otros autores que rapean en el garaje de mi casa. Los sigo y son grandes denunciadores. Siempre atenta. Ellos también advierten mi desvelo.





13/5/13

· SOL 13.5.13 ·





13.513

Hablo de personas, de lugares de recuerdos.
de esos tengo más de 1.000.

Sol, trecemilquinientostrece.




7/5/13

· A holy law ·




Todo lo que no eras tú era un ángulo muerto.