31/3/13

· La mantis . José Watanabe ·



Mi mirada cansada retrocedió desde el bosque azulado por el sol
hasta la mantis religiosa que permanecía inmóvil a 50 cm de mis ojos.

...

el macho, en su pequeña piedra, cantando y meneándose, llamando hembra
y la hembra ya estaba aparecida a su lado, acaso demasiado presta y dispuesta.
Duradero es el coito de las mantis.
En el beso ella desliza una larga lengua tubular hasta el estómago de él
y por la lengua le gotea una saliva cáustica, un ácido que va licuándole los órganos
y el tejido del más distante vericueto interno, mientras le hace gozo.

Y mientras le hace gozo, la lengua lo absorbe, repasando
la extrema gota de sustancia del pie o del seso, y el macho
se continúa así de la suprema esquizofrenia de la cópula a la muerte.
Y ya viéndolo cáscara, 
ella vuela, 
su lengua otra vez lengüita.
Las enciclopedias no conjeturan. Ésta tampoco supone qué última palabra
queda fijada para siempre en la boca abierta y muerta del macho.




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