7/6/11

Dispárate


¡Qué disparate! fueron las últimas palabras que le oí pronunciar y que se quedaron zigzagueando en el interior hermético del coche, rebotando de un cristal a otro, del techo al salpicadero, para terminar penetrando en mis tímpanos y alojarse allí dentro, como una bala de plomo estancada entre los tejidos. ¿Fue un disparo? ¿Un disparo es lo mismo que un disparate? ¿Un disparate es el arte dispar de amarte?

De inmediato se descolgaron en mi mente los 22 Disparates en los que, con la misión corrosiva del ácido sobre el metal, se recreó el Goya enfermo, viejo y sin atisbos de esperanza. En los Disparates reina por encima de todo la arbitrariedad y todas las secuelas de irracionalismo, angustia, irresponsabilidad, monstruosidad, desquiciamiento, incoherencia, descomposición, incompatibilidad, fealdad, maldad, horror, idiotismo, insolidaridad, desolación, abyección, contradicción, incomprensión, confusión, distorsión, alucinamiento, patetismo y ambivalencia; son la sublevada representación en la que se exacerban los vicios y se ridiculizan las virtudes de una sociedad que fue, es y será prisión de verdades.

Forzando in extremis la intención para transformarla en una orden surgida desde lo más profundo de la pulsión eros thanatos,

¡Dispárate!

sáltate las sienes, deja de respirar, acaba con esto o que reviente tu paladar y la bala se aloje en tu cerebro haciéndolo estallar sin desparramarse, que todo quede recogido dentro de tu cráneo. Tu móvil no volverá a sonar, no más servicios puerta a puerta, no más entregas.

¿Fue disparate o fue desaparecete?

Prefiero pensar que fue disparate, párate, bájate, aquí, desabróchate, agáchate, enrédate, quédate, así, el arte dispar o disparate de amarte - ¡Qué disparate!


Madrid, febrero 2006

Then we take Berlin





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