28/3/09

de rerum natura


No le detuvieron ni las fábulas de los dioses, ni los rayos, ni el cielo con su más amenazante bramido, sino que aún más excitaron el ardor de su ánimo y su deseo de ser el primero en forzar los apretados cerrojos que guarnecen las puertas de la Naturaleza. (Lucrecio, I, 68-71)


¿Sólo una hora para el planeta?









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