La gesta de Tristán e Isolda
procede de la narración oral y franquea la barrera del papel en el siglo XII.
Fueron muchas sus versiones escritas pero las más sonoras fueron las de Béroul y Tomás de Inglaterra. En torno a 1905 J. Bédier sincronizó una
versión completa de la leyenda a partir de las dos composiciones anteriores además
de los escritos de Eilhart von Oberge y de fragmentos anónimos. Desde entonces esta interpretación ha sido
la obra de referencia para el conocimiento de la hazaña amorosa entre Tristán e
Isolda.
Es posible que el origen de este vínculo irresistible no se escribiera en
una sola vez sino que se fue fraguando progresivamente en la transmisión oral
al hilo de las reinterpretaciones y reescrituras enriqueciéndolo con sus
alteraciones geográficas y culturales.
La diferencia esencial de esta fábula
pasional con respecto a otras de misma naturaleza, reside en la incapacidad de
los amantes de amaestrar su deseo. En la tradición cortesana el deseo es
fecundo porque nunca es perpetrado pero es el aliciente para que el poeta
inicie su canto. Sin embargo, en el caso de Tristán es el filtro amoroso que
bebe el que incita el deseo irremediablemente, transformándose en una
germinación de angustia más que en un motivo de exaltación. Al culto del deseo de la tradición cortesana
le ofrece resistencia el arrebato destructor de Tristán. Pasión funesta de la
que hay que evadirse.
Encuntre tuiz
engins d´amur!
Así bebió de este
filtro Wagner [ Tristan und Isolde, 1865]
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